A veces nos pasan cosas mágicas y disfrutamos de instantes en los cuales acariciamos una sensación completa. Instantes que deseamos que no acaben jamás, que no se vayan nunca; instantes en que nos olvidamos de nuestros aciertos y fracasos, y solo estamos ahí, viviéndolos completamente, en cuerpo y alma, y que aun no siendo eternos, lo parecen; esos espacios de tiempo creo son aun mas intensos, cuando hay otra persona que lo comulga contigo, cuando se completan dos cuerpos, dos almas, que dejando atrás sus historias y sus perspectivas, se abandonan al simple compromiso que ese mágico momento exige; quizás simplemente sinceridad…
Que agradable fue, la sensación aun circula en mi cuerpo y alma, me lleno de alegría el día; no quisiera haber soltado tus manos nunca y de algún modo sentí que tu tampoco querías soltar las mías.
Ella es una chica hermosa, profesora de Yoga y de un nombre muy suave de pronunciar. No conozco más que eso. Su historia y gran parte de su futuro me son ajenos, así como sus sensaciones, lo que está viviendo, sus alegrías y sus tristezas. Yo le soy tan ajeno, como ella lo es a mi; de mi sabe que practico yoga, que vengo desde lejos, que me gusta silbar cuando limpio mats y que mi ingles es poco fluido.
Somos ajenos, pero en un tarde de domingo y durante solo cinco minutos no lo fuimos; un abrazo de despedida lleno de verdad, deseos de éxitos mutuos y nuestras manos que se tomaban; y como si no existiera nada más y la gente que nos acompañaba hubiera desaparecido, percibí magia, honestidad, eternidad, calor y hasta acaricie sensaciones de cuando te sientes enamorado. Sentí mis cachetes sonrojados. Me sentí bobo, torpe y lleno de ganas de nuevo.
Quizás, bastaría decir que me gusta. Quizás lo bastaría, pero por ahora y como no tengo claro cuando la volveré a ver, quiero llenar esos cinco minutos de flores, de aires mágicos, de vinos, de quesos deliciosos, de camarones exquisitos, de rizas, y de su sonrisa…en fin de todo lo que me la recuerda.
Un abrazo calido, unas manos llenas de vida y unos ojos brillantes, me remecieron el alma y me hicieron sentir que todo es posible; y que hoy día, y más allá de mis sensaciones y búsquedas, no percibo una verdad más real que la de una vivencia completa y sincera con otro ser humano; como la de ayer y hoy contigo.